Llegando en el momento preciso donde la distancia sigue siendo el recuerdo más cercano para sentirnos vivos e inspirados. No sabemos si tendremos suerte en todo, los pequeños pasos de las emociones que construido son la sonrisa no fingida del mañana naciente.
La butacas del teatro están listas para esperar a cien personas, el acto más espectacular de ilusionismo esperado por todo en el pueblo. Niños ven con gran anhelo la fantasía pegada en sus pupilas mientras tanto los padres no creen del todo lo que logran ver frente a sus narices.
De alguno modo el orgullo se acerca al rostro de aquel ilusionista que con dote de caballero roba el corazón de miles de doncellas, está preparado para terminar su espectáculo, repleto de fallas y mentiras pero nada que un buen telón negro con un poco de polvo y humo no puedan arreglar. Hace una señal al asistente (su amigo fiel) al que siempre como un perro faldero; entonces el asistente dispone a jugar con las luces que para la época eran muy rudimentarias. Antes de empezar los aplausos del público salio una extraña mujer (muy bella para ser sincero). Se acerco hasta la primera fila dejando a todos los espectadores con un silencio fastidioso para el ilusionista... de repente como si nada el ayudante impactado por la belleza de la mujer, activa el juego de luces pero por error activa los fuegos artificiales; todo el público asustado sale de inmediato de la carpa, la mujer de piel blanca y larga cabellera roja sube a la tarima, se abalanza sobre el ilusionista lo tumba, se besan.
El telón se cierra de una manera muy misteriosa el asistente no puede ver por el humo provocado por los fuegos, no ve ni al ilusionista ni a la mujer. Se cae la carpa y todas sus telas sobre él. El día gris desaparece con un sol radiante que alumbra en medio de las nubes y es esa luz la que en el medio de la carpa hecha añicos se logra ver la sombra de dos guacamayos rojos. El asistente quita de encima de su cuerpo las telas de la carpa y cuando por fin logra ver como esta todo a su alrededor, los guacamayos salen volando uno detrás del otro, no sin antes uno de ellos cagar la cabeza del asistenta. Es así como el loco viejo del asilo, cuenta la historia del 'Ilusionista' que por mentiroso y mujeriego termino conviertendose en algo que tanto anhelaba... como volar.
Dabo Osorio