viernes, 10 de junio de 2016

Hambriento.

Llevo contando los días,
contándolos en número par 
y quizás una que otra vez se me escape una mirada profunda
no es mi culpa, sólo me dejo llevar
y es que quizás no me seas indiferente
y odio eso porque yo para ti soy indiferente...
Pero no estorbaré nada que me impida disfrutarte,
igual yo siento que los segundos pasán lentos
o yo mismo hago que pasen.

Aún no he dibujado tu figura desnuda
y no es por falta de ganas,
porque si es por eso, 
ganan las ganas en las madrugadas
con mi mano derecha agotada.
De las novelas que aún ve mi madre
saco todas las conclusiones dañinas
y hago daño porque alimento 
(como fuego en la hoguera),
un sentimiento que ni yo
creo que siento.

Ruge el estómago cual león,
como un estruendo,
como un gran cataclísmo
y es que siento que dentro de mí
habita un canibal hambriento 
muy hambriento
y tengo miedo, 
siendo el cazador de tus pasos
me detengo, pienso y repito al viento:
¡NO!
Y se me destragan las tripas, 
solas ellas se alimentan 
borrado cualquier pensamiento...
Soy un exagerado ilusionado
porque ahora vomitando en el lavabo
hablo con mi yo del espejo
(no tengo en quién más confiar)
recibiendo los consejos, escuchando mis gritos,
los gritos de los errores
y decretando un: ¡Olvídate de esto ya!
Exhalando desilusión.

En mi boca hedionda, 
meto cinco hojas de menta
aliviando todo
lo que en ella
sale, salió, saldrá
pero no por mucho vuelvo 
a dar bocados jugosos,
algún pedazo de carne cudra llega a mi pero no calma mi hambre;
y aunque la casualidad entre ambos 
se haga recurrente 
y cuando la utopía en la que vives en mi mente
de un fuerte golpe
y aunque de esto siempre hable
y cuando mis dientes rechinen
entre músicos lúgubres
por mi enfermo estomago...
Pierdo la cuenta y ahora cuento en números impares;
perdiendo toda dignidad
siempre que necesite de tu recuerdo
al momento de dormir, 
disfruto de cada parte nublada del sueño
sin importar que al amanecer
continúe hambriento de ti.