Encontré
el desorden de mi orden
en
un lugar que no era el mío
en
un espacio lúgubre
en
donde no llegaban los rayos del sol
a
la hora más brillante...
Quería
que los rayos iluminaran mi cara
sentir
el calor de afuera, de al rededor, de algo
pero
mi ojos siguen cerrados
dentro
de la penumbra.
Todo
pudo parecer trágico,
sólo
fue un sueño
y
cuando despiertas
la
realidad es peor
no
es oscura, no es lúgubre,
es
brillante, colorida y abrumadora.
Abrumadora
sensación entre mis iguales
en
que todo está perdido,
en
que se camina para sobrevivir,
en
que no hay esperanza (quizás),
en
mentiras, tragedias, desidia, descaro, hambre, sed, injusticia
en
preguntar a gritos: ¡¿Hasta cuándo Dios?!
Y
sin siquiera sentir una brisa del viento como respuesta.
Ahora
todo pesa más fuerte
sobre
mis hombros que ayer;
mi
ansiedad y mis nervios bailan tango
para
procrear la paranoia constante
entre
cada situación,
entre
cada grito trágico,
entre
la zozobra y muchas lágrimas...
A
lo que nadie está exento hoy.
Aunque
sacies tu hambre
quedas
más hambriento,
aunque
sacies tu sed
quedas
más sediento
y
algunos rostros quieren más poder
y
algunos son los codiciosos escondidos en las sombras
y
algunos usan armas excitados muy felices al accionarlas
y
algunas las muertes de inocentes,
muertes
tristes, atroces, lamentables, repudiables...
Y
algunos somos los otros inocentes
que
sufrimos pero con la frente muy en lo alto
y
algunos somos los otros que desbordamos
una
esperanza ciega, positiva
y
algunos somos los otros que trabajan
sin
desfallecer a pesar del atropello
y
algunos otros tantos come flores
dentro
del jardín en donde
esperaremos
que todo esté mejor.
Siempre
llenos de despedidas,
siempre
llenos de odio,
siempre
llenos de rabia, fanatísmo, injurias
siempre
cambiantes, positivos, abiertos,
siempre
ciegos, decididos, con sueños...
Respirar
hasta que pase,
respirar
hasta sane,
respirar
hasta que sonrías
en
la simplicidad de los detalles
en
la comodidad de tu propio ser
en
que a pesar de la oscuridad
nadie
puede robar tu esencia
y
sí es complicado
y
sí uno siempre está agotado
y
sí no creemos en nada
y
sí ya no creemos en nadie,
esperar
lo inesperado o quizás lo esperado
ya
no sabemos cómo resolver
el
caminado.
Con
tantos pensamientos
en
constante rivalidad
la
yeyera en mi cuerpo
lo
maneja a cabalidad,
y
con
tanta inestabilidad
yo
no me voy a enfermar.