lunes, 24 de agosto de 2020

El impaciente.

Descubro recuerdos olvidados
descubro nuevas formas de insistir
descubro que estoy hecho de caricias
descubro la amargura coqueteando con la frustración y me encanta
descubro que todo es subjetivo
descubro que quiero seguir aprendiendo
descubro que tengo una labia barata
descubro que hay goteras en mi techo
descubro que el gusto puede ser obsesión
descubro la amabilidad y le abro la puerta
descubro que tengo mil ideas y termino ejecutando tres
descubro que a lo mejor ni esto es poesía
descubro que me cuesta leer porque soy muy distraído
descubro que me cuesta oírte
descubro que quiero amar ciegamente
descubro que odio verme llorar
descubro que puedo contagiar mi risa
descubro que no está mal empezar a hablarte con un ‘hola’
descubro que inconscientemente no me gusta mi sonrisa
descubro que me gustan mis tontas cicatrices
descubro que pongo todo de mí, cuando escribo aquí
y eso no debe de importarte…
Descubro que les tengo miedo a los gatos
descubro que puedo callar y guardar mis penas así me carcoman
descubro que amo el agua fría
descubro que soporto mis amarguras
descubro que puedo aguantar cualquier pleito
descubro el miedo a la muerta, a su decisión, al tiempo y lo respeto.
 
Sentado, acomodado y comedido,
tranquilo y expectante… Recorre la sanación y tiemblan las piernas,
luego la sola izquierda.
Me transporto a mis ocho años,
donde espero a mi madre saliendo de la escuela
lo recuerdo en lo sueños donde se vive el doble
o quizá solo pensé en eso para dormir placentero en una luna llena
pero
desde ahí,
desde mis ocho vueltas al sol,
desde ahí descubro el ser impaciente
que debate intensamente los pasos,
los pasos siguientes pa’ luego irónicamente
meter la pata magistralmente.