Cuando surges
repentinamente en mi imaginación. Cuando sin que nada nos compete… Recuerdo en
ti aquella tarde, entre un café diluido en mucha agua con pocos pistachos como
hielo del ártico. Una piel morena camuflada en cacao, dulces brazos delicados y
labios acomplejados pero majestuosos al besar.
La osadía del mañana
en que dejo mi inquietud para adornar tu espera. Con el calor no habitual de mi
pequeña ciudad, las charlas son un punto focal a las ideas compartidas; de
viejas experiencias y de un largo sueño de tenerte junto a mí.
La ideología y
fanatismo ciego forma parte de ti como un racismo diluyendo todo afecto en una
crítica aberrante al estado radical que está contigo hoy… Viéndote lejos con
una lagrima cayendo por mi ojo izquierdo.
Sin pensar en un
instante de mi olvido hacia tu piel, recuerdo caricias cada día al amanecer con
una rima cliché. La otra fase del deseo empieza cada tres días a la semana
dejando mis manos cansadas por todo tu olor recibiendo tus huelleas.
Quizás algún día
vuelva a verte tan habitual bórax en palabras como antes, sin llegar a
desobedecerme. Una exploración a tu enorme figura repitiendo mi mente las
pesadillas ambiguas con el toque de pasión ya antes vivida con las carcajadas
de tu humor sostenidas entre escenas, ¡Valiente la hora del amor fortuito!