miércoles, 5 de diciembre de 2018

La bala.

Aquí balbuceo,
reconstruyendo mis fuerzas y deseos y miradas
sentado, junto con sentidos y gustosa sencillez
el pelo negro tuyo
fueron las luces de un fuego
que me avisaron de tu existir
preparado para disparar  con altivez.

Las piernas y los pasos,
bajos instintos provocaron,
desde allí subía y detallaba cada contorno
y me gustaron tus labios
y aquella carne
por dentro suspiraba y por fuera
mi cara denotaba
cansancio y derrota… Tu miopía me ignoraba,
tu vos no oía
nada que el viento soplara con orgullo,
jugué mis cartas
y mi curiosidad encontró tu nombre
y mi curiosidad alimentaba un deseo ajeno
pero
propio en un orgullo
con cada fotografía
y tus expresiones excepcionales
propiedad de tu pronta juventud
(en 19)
yo imaginé tu cuerpo de rodillas frente a mí
(porque imaginando era bien viril chabacano);
la sensualidad era notoria si esa no era tu finalidad
y en tus clavículas
debajo un tatuaje poner
de un ‘pronto te besaré’
llenas ellas –mis ganas- de bulería están hechas
y es a tí  que no te gusta Rosalía.

Honestidad fue el punto
en un encuentro extraño,
salías del daño
de la inconformidad
de actitudes
desquebrajan tu pecho
sin oxigeno en él
solo habitando dolor
sintonizando
comprendiendo
abrí mis manos
las puse frente a ti
y vomité cada baba negra
que tragaba cada año por años
porque en ti confié, solté y apoyo recibí y
agradezco que fue así.

Volvamos ahora tu cuerpo
porque aunque esté discapacitado en tocarte
mordería mis labios
con bastante furia y gusto
separando los demonios
(miedos)
por diez segundos
tu
abrázame o ahorcarme
con tus piernas y apoyar mi cara en tu entrepierna, con locura lo desee,
como prefieras
yo puedo separar todo si algo afecta
si algo me afecta
yo afecto y me infecto
de queja y de odio
y ya me disculpé
sin que tengas que cobrarme.

Leo tus palabras
y evito ignorarlas
y sin conocer tus abrazos
ya quisiera unos cuantos
como un niño perdido
que  es encontrado y luego consolado,
y entre dos
hoy tu edad pesa más
aunque aquí sea yo mayor
confesando que puse mis ojos en ti
y aunque no puse la bala
siempre quise disparar,
comer de tu carne
(los sueños una vez me complacieron)
saborear y saciar
pero seguí observando sentado
cual tirano
aburrido y avejentado.

Del otro lado del puente
yacen tus sueños
del lugar que yo siempre recorro
tus pelos negros
quiero volver a ver pasar
y del agradecimiento nací en cada conversación
y es que el agradecimiento se sirve lleno
y del erotismo aún me falta existir
(pero dudo que existí yo ahí)
pero tienes la valentía como fuego vivo
llama ardiendo en alma.
Si de admirar algo más, eso lo admiro.

Algún día juntaremos las palmas,
hasta entonces…
-
¿te ríes de mí?