Llega el frío de
afuera y habita en tus pies
e inmediatamente el
corazón se acelera,
no logras escribir
bien ni mantener tus ideas
y tus ojos miran a la
nada
y tu boca se mantiene
amarga
y tu estómago gruñe de
hambre
y tus pensamientos van
a lo caótico
y tus oídos escuchan
muy detallado a los mosquitos y sus zumbidos
y también escuchas el
repentino sonido de los resortes del colchón
y sigues escribiendo
encima de tu cama
y sigues respirando
pero se va
fragmentando el aire
no quieres ahogarte.
Pasan largos minutos,
hay un fuerte sol
afuera que pica y quema…
con tus pies descalzos
sales a él,
por hoy te encanta,
te encandila la vista
su prepotencia,
te quemas los brazos
cuando sientes su energía
duras pocos minutos,
ya estás bien,
no hay que complicarse
por lo que nunca pasará
repito: no hay que
complicarse por lo que nunca pasará.
Lo grito: ¡No hay que
complicarse por situaciones que nunca pasarán!
Exhalo.
Todo se pierde en el
olvido
y sí eso quieres, en
el olvido habitará pensamientos garabatos
y está bien, está muy
bien.
Soy conocedor de mis
pasos,
testigo de mis
acciones y sinceras son mis palabras
no me vas a confundir,
no estás en mi mente,
no vives en mí,
me distraigo
fácilmente pero sigo aquí.
Pensando más allá y en
vida extraterrestre
almacenando
fotografías,
disfrutando de los
sonidos
riendo de cada error
torpemente cometido
o de cosas que hay que
hacer para sentirse vivo,
aunque
el reflejo, el sudor,
el deseo y el mal olor presente día con día.
Me persigno abriendo
paso a mi destino
pero sigo verborreando
jocosamente
estoy obligado a
sentir enteramente
encontrando en la
remembranza orgullo y sin grandes pausas.