viernes, 22 de noviembre de 2019

Pasan largos minutos.


Llega el frío de afuera y habita en tus pies
e inmediatamente el corazón se acelera,
no logras escribir bien ni mantener tus ideas
y tus ojos miran a la nada
y tu boca se mantiene amarga
y tu estómago gruñe de hambre
y tus pensamientos van a lo caótico
y tus oídos escuchan muy detallado a los mosquitos y sus zumbidos
y también escuchas el repentino sonido de los resortes del colchón
y sigues escribiendo encima de tu cama
y sigues respirando
pero se va fragmentando el aire
no quieres ahogarte.

Pasan largos minutos,
hay un fuerte sol afuera que pica y quema…
con tus pies descalzos sales a él,
por hoy te encanta,
te encandila la vista su prepotencia,
te quemas los brazos cuando sientes su energía
duras pocos minutos, ya estás bien,
no hay que complicarse por lo que nunca pasará
repito: no hay que complicarse por lo que nunca pasará.

Lo grito: ¡No hay que complicarse por situaciones que nunca pasarán!
Exhalo.

Todo se pierde en el olvido
y sí eso quieres, en el olvido habitará pensamientos garabatos
y está bien, está muy bien.

Soy conocedor de mis pasos,
testigo de mis acciones y sinceras son mis palabras
no me vas a confundir,
no estás en mi mente,
no vives en mí,
me distraigo fácilmente pero sigo aquí.

Pensando más allá y en vida extraterrestre
almacenando fotografías,
disfrutando de los sonidos
riendo de cada error torpemente cometido
o de cosas que hay que hacer para sentirse vivo,
aunque
el reflejo, el sudor, el deseo y el mal olor presente día con día.

Me persigno abriendo paso a mi destino
pero sigo verborreando jocosamente
estoy obligado a sentir enteramente
encontrando en la remembranza orgullo y sin grandes pausas.