martes, 11 de septiembre de 2018

La que llega y se va.

Nada es más inesperado
que chocar y lidiar con personas diferentes
en sus sitios monótonos y arcaicos…
Todo llega justo en perfecta medida
en las palmas de nuestras manos
y podemos desperdiciar las oportunidades;
oportunidades que son arena en manos empuñadas
frágiles, cálidas y bellas.

Del contagio de mi risa
a tus ratos de desgano fui  yo el culpable,
mis características en ti hicieron gracia
y todo fue divertido.
Inmortalicé tus facciones,
Tu esencia y delicadeza;
candidez y casi pureza
no hubo tiempo de indagar más allá de tu halo
pero si hubo la calidez, el abrazo y el corazón antes dados.

Creo que pude dar más de mí,
habitaban aún historias del pasado
estúpidas manías dentro de mi mente,
cadenas de amargura que surgen
siempre  y el viento me obliga a enfrentarlas…
Un mercurio retrogrado repetitivo y aplastante
cada vez, cada mes. Así resulté ser
pero te di mi mejor cara y agradeciste.
Desde lejos agradeces,
desde otra fría tierra con el mismo lenguaje,
en calles bogotanas refuerzas la tenacidad y tu temple,
agradeces y me enorgullece
la capacidad de capoteo, de alegría y de vida…
(Llenándote de flores antes de que todo marchite).
Recuerda en decir no, hay que negar cada mano verde
que usan deplorables artimañas para llegar a ti.

Agradezco la oportunidad
(que incrédulo sigo negando)
y varios abrazos logré repartir
y ahora escribo
y de la pena creo que cursi estoy siendo
y aunque logré arrepentirme en su momento
tuve que hacerlo… Lo sabes y lo siento.
La picardía sigue siendo tu cualidad e
insignia, que agrada y genera deseo en otras mentes arriesgadas,
con cuerpos cómodos y ecuánimes
pero me inspiras y me agradas,
desde la furia y el desgano del ambiente
sigo escribiéndote y deseando para ti mucha suerte,
pequeña flor
que pronto aprenderemos a bailar
tomando ron.