viernes, 23 de noviembre de 2018

Ahora si salen los escarabajos enterrados en las montañas de arena.


Hay sonrisas que brotan solas su alegría,
por más que se esfuerce en ocultar sus momentos,
quizás porque aprendimos agachando los hombros
y
aceptamos sin reproche,
inclusive con alma rebelde e impulsiva,
cada injuria deletreada.

Cálidos son todos los días
y en cada nube cargada de lluvia
se reviven los recuerdos (esperando unos nuevos)
y en cada rostro viejo
se afianzan los caprichos del ahora
y en cada nerviosismo
y en cada falta de aire
y en cada sensación hueca en el estómago,
la incredulidad reina.

Ahora sí supongo entender,
entiendo de lejos,
puedo entender tu mal gusto
o
puedo entender tu lástima
y puedo entender el capricho
y su atracción por lo extraño
cuando te forjas una imagen errónea de lo que quieres que haga contigo.
Otra raya más pa’l tigre.

Ahora después de tanto,
yo se de ti,
es tarde,
lo sé
no se me dan bien los tiempos
pero
se me da bien oír,
no se me da bien tomar de manos,
no se me da bien mirar a los ojos
aunque carcajadas salieron de ti por mí.

Sumando adversidades como granos de arena
la montaña nace necia, exuberante
imperio y reino…
Palabras serias, cortas, concisas;
personas con rostros sus miradas hacia mí
y
desahogos, desesperación, gritos, letargo, victimas…
Todo eso enterrado sin acabar sus historias allí.
Cada cual un granito aporta
y ya es parte de lo habitual
cada cual tiene historia y su buen final
cada cual sus mentiras disparó
y nunca las disculpas golpearon su dentadura para poder salir;
la herida sangró y se pudrió
seca sola en el sol terminó.

De oportunidades perdidas
colecciono un juego de piezas
como Venecia y sus máscaras de porcelana…
Llené mi boca de porquería,
me arrepentí y vomité.
No pretendo justificarme
no pretendo que creas que no te creo
no pretendo entrar en ti si no quieres
y
así quieras no lo haré
yo sigo transitando los delirios oxidados del ayer;
también te puedo hablar a ti y es que como tú
hay más,
no llegan a cien pero pasan de diez pero no hubo deseos en su haber…
La pasión quiso saludar pero no la dejé
y
tomo todo esto entre mis manos,
como encerrando escarabajos (varios) entre ellas,
picando y zumbando los bichos temerosos atacan para poder salir.

Intenté,
intento,
intentaré vernos como iguales,
mejores y sinceros;
con el mundo tan diferente
con las calles llenas de ira y desgano
con las noches secas y la luna pálida bronceando mi piel.
Pálido y arcaico
pero
desde antier
hay miradas que delatan
mi duda,
la rabia… Ahora si salen los escarabajos enterrados en las montañas de arena,
no murieron nunca
(al igual que mis recuerdos)
mutaron, vuelan y brillan en color;
su finalidad es enigma
pero
mi incredulidad es digna.

En mis conversaciones conmigo mismo
me traicioné y no confié
ni arrepentimientos ni enseñanzas
conversaré de nuevo conmigo
y
pelearé con puñal,
después herido ya decido… Sumaré más rayas (tigre)
y
con eso termina esta historia rosa
siempre con la culpabilidad de la tontería imbécil
pero no tuya
¡No se escriba más!
Suelo reir, dormir y dejar escombros a un lado
con mis santos por allí, junto al viento;
soplaran fuerte algún día
y llevaran consigo toda
la arena (en miedos)
o
eso me quiero hacer creer.

lunes, 12 de noviembre de 2018

Tanta locura y tanta cordura, pocas respiraciones.


Desde ayer el recuerdo persiste
desde el hoy el hambre es más intensa
y
para mañana reo que moriré lentamente
dentro de la piel de un sofá viejo.

No me molestan las luciérnagas.


Estamos enérgicos,
somos energía, chipas, rayos,
relámpagos y centellas.
Eso me hago creer
y es que ya no es agradable la niebla que cubre la ciudad
solo ella denota derrota, angustia y asombro
que marchita las cordiales palabras
de los que estando en ella hacemos vida.

No he vencido la timidez,
de hecho ahora sé que vive en mí y acompaña mis travesías
poniendo peso a mi espalda
con mis talones cansados y la suela de los zapatos desgastadas…
Pero hay todo un mal concreto,
lo más creyentes buscan algo que aprender
ante cada agobiante perecer,
lo pongo en duda y continuo.

Hay también creyentes con esmero
donde actúan para apaciguar
sus propias aguas turbias
y hay que hablar del que se lamenta con motivo
y siempre sus ojos en llanto estallan.

Días oscuros en mi tricolor ya son costumbre
hay horas de paz si la naturaleza nos arropa
con todo y la oscuridad…
Hoy salen las luciérnagas
entran por mi ventana a inspeccionar mi habitación.
Hoy sus culos luminosos sacan de mí risas
irónico pensar que ellas mismas son luz
y no tienen miedo a la oscuridad…
Son como los optimistas
que aún hacen las cosas funcionar
o son como mis contemporáneos
que con sencillez están luchando por sus sueños,
son como los pocos prójimos que siguen ayudando con desinterés,
son como mis amigos, bridándome sus alegrías.

Juegan entre ellas dando infinitas formas,
distrayéndome de lo real
recobrando mi energía.
Dormiré y a lo mejor tenga un sueño intenso,
con mis ojos entre abiertos
las veo y aún vuelan por allí

suspiro y luego toso
y ellas siguen allí,
ellas solas buscan su lugar, su origen
pero ya comprendí
que como a los optimistas…
A mí no me molestan las luciérnagas.

Y de nuevo me pregunto…


No siento que sea suficiente cuestionarnos tanto cada paso dado
y menos aún si los golpes son hechos
por nosotros mismos hacia nosotros mismos

Qué de interesante hay para dar si mis ideas ya se agotaron,
si he perdido el tiempo (mucho más)
en sentir el aire y su smog,
en sofocarme con el calor hasta que mi cabeza explote…
Qué hay de interesante sin son solo niñerías las que sé y suelo compartir.

Mi infante no muere, es lo que me mantiene en pie,
Me rehúso todo el tiempo a prescindir de él.

No hay sex-appeal al formar oraciones con mi vos
ni en la curvatura de mis derrotas que forman mi espalda…
Y este infante se lo vive amarrado al miedo,
se alimenta cual animal salvaje
pero no se quiebra o se esfuma
y es que el miedo evoluciona solo.

No hay sex-appeal e incongruencias,
ignorancia e inutilidad que entran por mi reflejo
no tengo qué ofrecer
y si doy
no es suficiente
no es de calidad
no hay cantidad.

Evoluciona el miedo
porque te distrae de la frecuencia del mayor de todos ellos… La soledad.
Ya se ha hablado y escrito mucho
de esa humilde señora
que vive en la realidad de muchos,
en muchos más tiempo,
en otros ella solo saluda, abraza, se aburra y se va.

Ella se empecina en enseñarme mi realidad,
me alimenta a desesperarme,
me pone ansioso
¡Estoy a contra reloj!
(eso suelo pensar yo)
Pero se ríe encantada…
Alimentándose de mí y no la culpo
tiene que ser así; supongo.

Y de nuevo me pregunto
¿Hay algo más?
¿De qué puedo ser culpable?
¿Fue karma?
¿Hay dharma?
O soy yo,
y yo,
y yo,
y yo,
jugando y perdiendo
pero sin ganar porque creo, se hizo algo mal.

La comparación se torna ideal,
alcalina, heterogénea, natural y recibida…
Y de nuevo me pregunto si es así el destino,
estoy destinado a la nada, lo aburrido,
inerte caminante que sus pies quema.

Ahogarse es fácil
porque no se espera al desahogo,
no hay fuerzas,
si hay nervios, temblores, ansiedad y vomito viral
porque a lo mejor quiero mucho y no tengo nada.

Y de nuevo me pregunto…
Si el escribir esa suficiente,
si lo que me gusta es suficiente,
así no sea bueno en esto;
si sirvo, si sirves, si serviste o servirás…
Tus pies se cansan,
tus pasos bajan su velocidad
para poder disfrutar
unos segundos más del aire libre
e imaginar muchas historias
de cada uno que te topes
pero con miedo a que te roben.

Seguirán las preguntas
y no habrán soluciones,
mientras todo alrededor
colapsa y cae… Yo duermo y al otro día sigo
por lo menos dejo que lo rayos del sol
golpeen mi cara.

Entre mis pequeñas manos.

Del cobijo de mi ser
soy un niño escondido
callado, atento y tranquilo…

Me gusta el ladrido de los perros al estar con ellos
porque hay ladridos graciosos – el sol picante y repelente ahora no mi amigo,
soy de lluvia, de frío y neblina – pero en su tono tropical.

Con limones retiro la sed
de mi paladar y con azúcar mantengo el gusto,
sigo mirando el horizonte y recuerdo cada lugar,
cada aroma y cada mirada
de una que otra persona.

Hay ganas y deseo como siempre
entre titubeos,
yo guardo de todo aunque ‘el miedo’
ya haya llenado veintiséis frascos,
de un decolorado líquido que no pierde su olor.

Ya hay tanto palabreo que sé que no lees con interés
pero entre mis pequeñas manos
guardo esperanzas
(infinitas ellas viven y esperan calmas)
y virtud en continuar largos caminos
con mis pequeños pies también,
acumulando kilómetros (aunque sea en círculos),
acumulando sensaciones, aburrimiento y pensamientos…
Creyendo que así funciona todo,
creo que así es el susodicho destino
hasta hacer el despido.