Divagar.
Casualmente soy mi mejor enemigo
y de eso no me puedo quejar,
casi para todas las cosas del querer soy un perdedor
y de eso tampoco me puedo quejar,
no tengo nada que ofrecer,
pero encuentro el consuelo en soñar
con esa esperanza y que alcance a la realidad;
no soy merecedor de un querer pero
la esperanza es persistente así no haya un después.
Casi siempre aprovecho los momentos para mentir sobre mi edad
porque
casi siempre llego tarde a todo
y se asombran de mi poca habilidad de tocar otra piel,
y bastante convincente se transmite mi miedo al hablar de ello
y bastante convincente se transmiten mis palabras
para demostrar que inclusive
muy en el fondo de mí
la luz sigue encendida
pues no puedo perder la ilusión.
En algunas noches
es fácil perder la noción del tiempo
y el poder del llanto,
en algunas noches es fácil
fantasear y caer de golpe
dentro un sueño fugaz.
Despierto y no hay café,
a veces tomo tanto
que mis dientes se envejecen,
se me cae el azúcar del café
y de inmediato pienso que tendré suerte,
que inútil,
que incapaz,
que miedoso,
que tonto ilusionado,
que egoísta,
que callado,
que tranquilo,
que aburrido,
que amargado,
que creído,
que feo,
que abrumado,
que testarudo,
que rudo,
que animal,
que torpe,
que exagerado,
que dramático
y olvidado.
Aquí divago y divago
sin encontrar la boca que besar,
solo imagino la tuya porque bien lejana que está
pero no soy conciso
porque si la encuentro
lo más seguro
es que rechazado quede bajo un sol de ciudad,
y me distraiga mirando las nubes
con mi cara de haragán;
pero nunca usaré mi honestidad para la crueldad.