miércoles, 5 de julio de 2023

No hay a quién culpar.

Inconsistencia en pensamientos
que se intensifican con la distancia,
ahora con fiebre y estando calmado
trato de ir sacando a pedacitos algunas
palabras que completen historias picantes,
las cuales mis ojos quieren leer para luego
imaginar y otro tanto recrear en el llanto.
Y es que estando en calma puedo abrir el panorama
de todos mis sentimientos.
 
Cruje mi estómago y yo sigo ocupado,
se acumula mi trabajo y mis lecturas
con punzadas agobiantes en la espalda…
Es el estrés, eso ya lo sé. Seguimos, por eso escribo.
 
El claro ejemplo de que somos animales
con intensas y poderosas pasiones, pero no
puedo pretender y lo he repetido pero
me aprendo la oración… Que me esperes
para que disfrutemos en pasión,
aún se amarran en mi cuerpo fuertemente lo miedos
y
las inseguridades que me hacen incapaz
pero
también me hacen el valiente solitario que simplemente imagina
y
escribe cada potente historia que a casi nadie
le gusta leer.
 
Yo siempre he sabido que las oportunidades
las tengo perdidas, no se besar y eso no está mal…
La fiebre no se me quita,
ya tomo un sorbo de mi infusión y
continúo pensando.
 
Creo que he gastado tanto pensamiento
visualizándome cosas contigo,
sobre todo, los abrazos, las risas y los cuentos cotidianos;
poderte verte a los ojos
ya es un sueño lejano, aunque deseo fuertemente
se convierta en algo cercano.
 
Ilógico es comprender que sin tenerme me esperes
y no uses tus formas seductoras
y sacies tus deseos más profundos y placenteros…
Ilógico es pensar que me vas a esperar
cuando llegue a ti un hambre y el desenfreno y ya está,
a servirte y comer en espontaneidad.
 
No hay a quién culpar y es una lástima
porque tampoco tus historias de amoríos
me quieres relatar,
quisiera saberlas para poder interactuar,
para poder copiar de otros y evitar esos mismos errores tontos.
No hay a quién culpar,
la distancia fue el encuentro más cercano que tuvimos
y el muy posible que tendremos,
porque la verdad no me voy arriesgar sí sé
que no me vas a valorar, como en mi imaginación
pretendo y así será…
No hay a quién culpar,
o quizás es a mí
por formar castillos de arena
cuando las olas del misterio y la mentira
siempre van a golpear fuertemente…
Ya la fiebre me está bajando
y pienso otro poquito más.
 
Desde luego no hay a quién culpar
pero guardé todas tus fotografías,
las que mantenían mi ilusión activa.
Es una lástima
pero
no hay a quién culpar,
solo quedan nuestras pequeñas frases cordiales
de un buen día,
unas buenas tardes
y a veces unas muy buenas noches;
y solo eso tenemos porque
no nos vamos a esperar.